figura A. Simulación del movimiento de un cuerpo. En ella se muestra una linea punteada que refleja una trayectoria dada. Dicho trayecto no ha sido recorrido, necesariamente. Pero lo conocemos porque una serie de eventos previos y fuerzas aplicables ejercen su influencia implacable. Lo podemos predecir, podemos saber el futuro. Por ejemplo, el planeta Tierra. Sabemos cómo avanzará en el vacío. Asombrosamente, una roca de seis mil trillones de toneladas, avanzando a cien mil kilómetros por hora alrededor de una estrella que está permanentemente explotando desde hace miles de millones de años, es profundamente poco emocionante. Porque ya la sabemos. No nos va a sorprender. Es una elipse. Siempre es una elipse.
geffus
11.1.25
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figura B. Celebración de elecciones federales. Como mayor de edad, puedes elegir el futuro del país, que es también el tuyo. O, ese es el principio. Pero, ¿cómo funciona? Hemos de elegir a uno de entre, digamos, una triada de señores. Estos, no obstante, fueron impuestos como opciones por comités ajenos a nosotros, a los que sólo les importa su perpetuación. Sabemos pues, de antemano, quién ganará. No qué señor específico ganará. Sino que ganará, independientemente del señor, uno que en realidad solo fue elegido por quienes lo nominaron, no por ningún votante. Como una madre preguntando a su hijo si quiere coliflor o brócoli, ¿está el crío eligiendo el sustento? No. Todos sabemos qué pasa ahí. Todos sabemos quién está ejerciendo su voluntad. No es el votante. Nunca es el votante.
Entonces, ¿quieres que hablemos de mi vida, de mi específica coyuntura? O de la tuya. O de la de cualquiera. Al fin y al cabo es la misma conversación en todos los casos.
15.6.21
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Campos semánticos
A veces pienso en esos, mis viejos anhelos, como en una persona de mi pasado de la que supe su nombre, de la que recordaba cada una de sus facciones, su cumpleaños, con la que pasé mil momentos bellos. Y el juramento de estar siempre juntas. Luego, habernos perdido. Y cruzármela días como hoy y darme cuenta que no le conozco más, ya no sé cómo era ella. Y que no me interesa demasiado en la actualidad siquiera, mi traición, al grado de no recordar ni lo prometido.
Volteo a mis cajones, a los recovecos del refugio y noto que, entre mis ropas, he ido guardando fotografías donde aparece esa persona, objetos que pensé que le gustarían, retazos de tela impregnados de aquello a lo creo debía oler. Pero no sé cómo es su aroma, ni cómo me miraría, ni sus manías. Ni nada. Ella se inventó la relación que tenía conmigo y me dejó todas estas cosas. Pero se fue cuando yo iba llegando, y nunca regresé a buscarla. Me he detenido aquí, en un punto en el que creo que no podemos reconocernos, sólo añorarnos, preguntarse ella cómo sería yo, preguntarme yo cómo fue ella. Soy remitente, destino y mensajera. Pero he olvidado el recado.
11.12.20
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A veces me falta tu cuerpo.
Me despierto preguntándome
«¿a dónde se habrá levantado?»,
entre ensoñaciones, sin estar en mi.
Son dos fracciones de segundo.
Ni tan siquiera sé si es un momento
tan efímera cantidad de tiempo.
Hasta que súbitamente despierto.
Despierto del todo. Consciente.
Y no estás porque no estuviste.
Nunca. Ni sé tu nombre, ni nada.
Y solo tengo mi situación.