15.6.21

Campos semánticos

Los sueños. Los he olvidado. No eran míos. Hubo un momento en que pensé que podría conseguir las cosas específicas que quería. Un viaje a Bali. Trabajar tomando fotografías. Y vivir en un lugar alto, desde el que viera por la ventana la ciudad. Las luces de la ciudad. Yo me asomaba con una taza de té y un suéter gigante mientras ya era noche y se oía la nada, ese ruidito intermitente de las cosas que cualquier otro sonido superior hubiera ensombrecido. Y aspiraba mucho del vapor y tenía esa sensación tonta de apetito, y me atragantaba como una loca desesperada. Era tan detallada la imagen, tan finamente entretejida, formada de cosas grandes, decisiones, pero también de particularidades desconcertantes, como el color de la habitación o el corte de cabello... Como artefacto confexionado con las pretensiones y gustos como engranes. Una obra de una vida pincelada en un instante, pero cada vez la obra cambia y al final nunca terminé ninguna.

A veces pienso en esos, mis viejos anhelos, como en una persona de mi pasado de la que supe su nombre, de la que recordaba cada una de sus facciones, su cumpleaños, con la que pasé mil momentos bellos. Y el juramento de estar siempre juntas. Luego, habernos perdido. Y cruzármela días como hoy y darme cuenta que no le conozco más, ya no sé cómo era ella. Y que no me interesa demasiado en la actualidad siquiera, mi traición, al grado de no recordar ni lo prometido.

Volteo a mis cajones, a los recovecos del refugio y noto que, entre mis ropas, he ido guardando fotografías donde aparece esa persona, objetos que pensé que le gustarían, retazos de tela impregnados de aquello a lo creo debía oler. Pero no sé cómo es su aroma, ni cómo me miraría, ni sus manías. Ni nada. Ella se inventó la relación que tenía conmigo y me dejó todas estas cosas. Pero se fue cuando yo iba llegando, y nunca regresé a buscarla. Me he detenido aquí, en un punto en el que creo que no podemos reconocernos, sólo añorarnos, preguntarse ella cómo sería yo, preguntarme yo cómo fue ella. Soy remitente, destino y mensajera. Pero he olvidado el recado.

11.12.20

 A veces me falta tu cuerpo.
Me despierto preguntándome
«¿a dónde se habrá levantado?»,
entre ensoñaciones, sin estar en mi.
Son dos fracciones de segundo.
Ni tan siquiera sé si es un momento
tan efímera cantidad de tiempo.
Hasta que súbitamente despierto.
Despierto del todo. Consciente.
Y no estás porque no estuviste.
Nunca. Ni sé tu nombre, ni nada.
Y solo tengo mi situación.

24.11.20

Seguramente habría cosas muy parecidas.
Cosas que por su semejanza, en el deseo,
no pudiera diferenciar cuando se cruzaran
de entre las que parecen lo que siempre quise
de aquellas que en efecto lo fuesen.

Como pirata que asalta cualquier barco.
Todos los barcos por fuera se parecen, supongo.
Luchar sin saber la naturaleza de la recompensa
para descubrir luego la bóveda vacía.
Y ya es noche. Ya no hay más tiempo.